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Notice: La función _load_textdomain_just_in_time ha sido llamada de forma incorrecta. La carga de la traducción para el dominio astra se activó demasiado pronto. Esto suele ser un indicador de que algún código del plugin o tema se ejecuta demasiado pronto. Las traducciones deberían cargarse en la acción init o más tarde. Por favor, ve depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.7.0). in /var/www/vhosts/pre.valladolidensutinta.es/httpdocs/wp-includes/functions.php on line 6121
Tomás García Yebra nos cuenta cómo conoció a Delibes -

Tomás García Yebra nos cuenta cómo conoció a Delibes

Mi primera entrevista con Delibes – Tomás García Yebra
[…] Un desastre. […] La primera pregunta la hizo él: “¿Tiene usted algo que ver con Valentín García Yebra?”. Le dije la verdad: no. A los demás entrevistados les mentía. Como todos me preguntaban lo mismo, a unos les decía que era mi hermano mayor, a otros que un tío lejano. Pero a Delibes no le mentí. Era una persona que transmitía verdad, y a las personas que transmiten verdad hay que tomarlas en serio. […] Hasta aquí, bien. Lo peor vino a continuación. […] Fue lamentable. Estábamos sentados en el salón: él en una butaca y yo en el tresillo. Enfrente, la estantería con todos los libros de la colección Áncora y Delfín. Le miré a los ojos y lancé la pedrada: “¡Cómo consintió que destrozaran La sombra del ciprés con esa bazofia de película!”… ¿Tú ves esas tortugas que tienen el cuello tieso y que, de repente, se les empieza a encoger hasta desaparecer en el caparazón? Tal cual Delibes. […] Fue escueto. Dijo algo así como que cedió los derechos y, a partir de ahí, “me desentendí del proyecto”. Y en esa frase nos quedamos colgados. Luego hubo un silencio, los dos a la espera… Me costó remontar. […] En un momento dado hablamos de Proust. Dijo que había empezado a leer a este autor en la traducción de…, no se acordaba del nombre. Le ayudé: Pedro Salinas. Fue decir Salinas y el color de la entrevista cambió. Debió pensar que quien tenía enfrente no era un gilipollas, pues esa fue mi carta de presentación. […] Luego nos soltamos y la conversación fue a más.
La segunda entrevista estuvo aún mejor. Y la tercera fue cuando me dijo que me sentara a su lado para hacernos una foto juntos. Lo sentí como un espaldarazo; a partir de ese momento me enviaba sus libros dedicados. A Delibes había que ganárselo, no era como esos andaluces que enseguida te echan el brazo por el hombro y te cuentan un chiste.

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